* A LA VIRGEN DE LA PAZ


La Paz que nos diste, Madre,

con el hijo de tu entraña

que, montado en una burra,

en Jerusalén entraba

entre olivos y palmas.

Las estrellas, desde el cielo,

van buscando a los luceros,

para ver juntos pasar

por las calles de la Puebla

a la Virgen de la Paz.

Quisiera ser un varal

de tu palio tan divino,

para poder contemplar

tu belleza y tu hermosura,

Madre mía de la Paz.

Quisiera ser un varal

para estar siempre a tu lado,

y, de rodillas, rezar

por lo mucho que he pecado,

Madre mía de la Paz.

Madre mía de la Paz,

tu llanto es de pena,

cuando a tu hijo Jesús

lo cargan con el madero

y lo clavan en la cruz.

Madre mía de la Paz,

divina y hermosa eres;

tus hermanos te veneran,

y lucharon con amor

para traerte a La Puebla.

Las lágrimas te caían,

y llorabas de dolor,

Madre mía de la Paz,

cuando a tu hijo Jesús

lo azotaban sin piedad.

Llorando estaba Maria

cuando a su hijo encontro;

que, subido en un pollino,

a Jerusalen llegó.

Y no había, Madre, pañuelos

para tus lágrimas limpiar:

son lágrimas que brotan

de tus divinas entrañas,

Madre mía de la Paz.

Por un camino de flores

va la Virgen de la Paz,

llorosa y muerta de pena,

buscando a su hijo Jesús,

al que los judíos condenan.

El sol iluminará tu frente,

y el cielo se estremecerá,

al ver tu rostro divino,

Madre mía de la Paz.

Divina Blanca Paloma,

Madre mía de la Paz,

entre lirios y azucenas,

eres Reina Celestial.

Tú que sufres, Madre mía,

Madre y Reina de la Paz,

que al hijo de tus entrañas

los judíos le escupen,

y lo golpean sin piedad.

Tú eres hermosa y bella,

y como tú no hay dos,

Madre mía de la Paz,

tú eres la Reina Divina,

tú eres la Madre de Dios.

Bonita como una rosa,

hermosa como un clavel,

Reina y Madre de la Paz,

que vas llorando tu pena

con sentimiento y bondad.

De la Paz, Madre, te llaman,

y eres Madre del Señor,

que va llorando su pena,

siendo la Madre de Dios.

Tengo una madre divina,

que es la Virgen de la Paz;

le tengo tanto amor,

que cuando le miro la cara,

se me parte el corazón.

¿Quién te hizo esa cara,

Virgen divina de la Paz,

con tus ojos tan serenos,

que no se pueden igualar?

En el Calvario te vi,

Reina Madre de la Paz,

viendo a tu hijo Jesús,

que los judíos condenan,

y lo clavan en la cruz.

Mecedla, por Dios, mecedla,

a la Virgen de la Paz,

y cantadle las saetas

para poderla consolar.

Mi madre se fue al Cielo,

y en la Gloria estará;

y Dios me mandó a la suya,

que es la Virgen de la Paz.

Reinas,

hay muchas en el mundo,

y bonitas, las habrá,

pero como tú, ninguna,

Virgen pura de la Paz.

En la Plaza del Convento,

párala ya, capataz,

que le voy a cantar mi saeta

a la Virgen de la Paz.

Parroquia de las Virtudes,

orgullo debes tener,

porque encierras en tu capilla

a la Virgen de la Paz,

Reina y Madre de esta villa.