* A JESÚS NAZARENO

En la Capilla de Jesús
de la iglesia del Convento,
abre las puertas, Señor,
que, de rodillas, te pido
que me des tu bendición.

Ya se abren todas las puertas
de nuestro convento chiquito,
que va a salir a la calle
Nuestro Señor Jesucristo.

Ya repican las campanas
y Jesús saliendo está,
a las seis de la mañana,
al mando del capataz,
cuando el sol ya despuntaba.

Capataz, llévalo por buen sendero,
que no se vaya a caer,
que va cargado con la cruz,
y le están sangrando los pies.

Para el paso, capataz,
con gran cuidado y esmero,
la cruz le puede dañar
en la herida que le sangra
a Jesús el Nazareno.

Costaleros, que lleváis
a Nuestro Padre Jesús,
llevadlo poquito a poco,
que, con el peso de la cruz. ,
le vaya a sangrar el hombro

Sin aliento y sin fuerzas,
le están sangrando los pies,
llevadlo pasito a paso,
que no se vaya a caer.

Te quemaron sin piedad,
Padre Jesús Nazareno,
y resurgiste otra vez
de aquella bendita imagen
que no volveremos a ver.

Aquel rostro tan hermoso,
y aquel cutis tan divino,
con su mirada tan fija,
y unas manos tan bellas
que tenía aquel Jesús...

Que quemaron tu figura
unos verdugos malvados;
no tuvieron compasión
aquellos hombres envenenados;
no tuvieron compasión
de quemar tu sagrada imagen,
siendo tú el hijo de Dios.

Caminando va Jesús
y las fuerzas le faltaban,
y los verdugos judíos
con mas saña lo azotaban.

Una Cruz larga y pesada
a Jesús le entregaban,
y, con fatiga y dolor,
solo, solito, solo,
al Calvario se marchó.

Una pesada cruz
en tus hombros te cargaron,
y te escupen en la cara
esos judíos malvados.

Una divina saeta
un saetero cantaba,
y era tanta su emoción,
que Jesús lo escuchaba
y lloraba de dolor.

Desde el convento se oía
el cantar de la saeta,
que, en su letra, le decía:
” Padre Jesús Nazareno,
no me dejes en la “vía”.

A ti, Padre Nazareno,
te pido de corazón
que, si muero algún día,
me lleves contigo al Cielo
para hacerte compañía.

Si Dios la vida me dio,
Padre Jesús Nazareno,
dame tú la bendición
para cantarte esta saeta
que me sale del corazón.

En la calle de la Amargura
Jesús tres veces cayo;
un hombre lo levantó,
y se le acercaba María,
llena de pena y dolor.

En tus espaldas te azotaban,
y en la cara te escupían,
caminando con la Cruz,
con dolor tú lo sufrías.

Los judíos azotaban
a nuestro Padre Jesús,
y, después lo atormentaban,
y lo cargaban con la Cruz.

No azotéis mas a Jesús,
infames y crueles judíos,
que camina con la Cruz,
con humildad y dolor,
sin haberlo comprendido.

¿Qué tienes tú, Padre mío,
mi adorado Jesús,
que tanto te adora la Puebla,
cuando caminas sin fuerzas,
cargaíto con la cruz?

Sudoroso y ensangrentado
camina mí buen Jesús;
los judíos lo azotaban,
y lo enclavan en la Cruz.

Sufriendo y ensangrentado
va Nuestro Padre Jesús,
las fuerzas le van faltando,
ya no puede con la cruz,
y un hombre le va ayudando.

Un hombre le va ayudando
a Nuestro Padre Jesús,
que, sin fuerzas y destrozado,
camina bajo la cruz.

Fuiste inocente cordero
que, cabalgando con la cruz,
te insultaban y te azotaban,
y, ya casi sin aliento,
un hombre te ayudaba.

Las piedras que había en el suelo
a Jesús paso le daban,
con sus pies ensangrentados,
todos llenitos de llagas,
que, cargado con la cruz,
el Cirineo le ayudaba.

Tu sangre brota con pena,
Padre mío Nazareno,
y te chorrea por la cara;
siendo tan santo y tan bueno,
esos injustos judíos,
¡qué mala muerte te dieron!

Una rosa y un clavel
a tu paso se abrazaron,
al ver tu rostro divino,
sudoroso y ensangrentado.

Vas cargado con el madero,
lirio del monte divino,
siendo tú el rey del mundo entero;
¡guíame por el camino!
¡ilumíname el sendero!

Viernes Santo en la tarde,
las campanas no tocaban,
porque a Nuestro Padre Jesús
a la cruz lo condenaban.